El peligro de dogmatizar la política: las ideas más allá de la fe

En el complejo mercado político, las ideas se convierten en la moneda de cambio, la esencia misma de la lucha por el poder y la influencia. Pero cuando esas ideas se transforman en cuestiones de fe, cuando se dogmatizan y se sacralizan, el terreno de la política se convierte en un campo minado. Este fenómeno, lejos de ser exclusivo de una corriente política en particular, permea tanto las izquierdas como las derechas del escenario político de cualquier país.

En primer lugar, es esencial entender qué implica convertir las ideas políticas en cuestiones de fe. Cuando una idea se convierte en un dogma, se transforma en una verdad incuestionable, intocable, y cualquier desviación de esta verdad se considera herejía.  Las personas ya no debaten, discuten o razonan sobre las políticas; simplemente las aceptan o las rechazan en función de su fe en la ideología que representan.

Este fenómeno no es exclusivo de ninguna posición política en particular. Tanto las izquierdas como las derechas han caído en la trampa de la dogmatización política.  Por un lado, las izquierdas pueden aferrarse a ideales de igualdad y justicia social, convirtiéndolos en dogmas intocables que no admiten críticas ni análisis profundos.  Por otro lado, las derechas pueden santificar conceptos como el libre mercado o la tradición, convirtiéndolos en verdades absolutas que no pueden ser cuestionadas.

El peligro de esta dogmatización es doble. En primer lugar, conduce al mesianismo político, donde los líderes y movimientos se presentan como salvadores que poseen la única verdad, la única solución a todos los problemas. Este mesianismo político es peligroso porque despoja a las personas de su capacidad de pensar críticamente y evaluar las políticas en función de su eficacia y sus repercusiones reales.

En segundo lugar, la dogmatización de las ideas políticas lleva inevitablemente a la polarización extrema y al conflicto constante. Cuando las personas se aferran a sus dogmas políticos, se vuelven cada vez más intolerantes hacia aquellos que no comparten sus creencias. El diálogo se convierte en imposible, y en su lugar, prevalecen la confrontación y la división. Esta polarización extrema puede socavar la estabilidad política y social de un país, debilitando sus instituciones y minando la confianza en el sistema democrático.

En ese contexto, la búsqueda constante de conflictos para ocultar la realidad o justificar el fracaso de las ideas propias de gestión es una estrategia peligrosa y perjudicial. En lugar de abordar los problemas reales que enfrenta una sociedad, los líderes políticos pueden optar por desviar la atención hacia disputas partidistas y enfrentamientos ideológicos.  Esto no solo distrae del verdadero trabajo de gobernar, sino que erosiona la confianza del público en sus dirigentes y en el sistema político en su conjunto.

Queda claro así expuesto, que la dogmatización de las ideas políticas es un peligro que acecha tanto a las izquierdas como a las derechas. Convertir las ideas en cuestiones de fe conduce al mesianismo político y la polarización extrema y la búsqueda constante de conflictos para justificar el fracaso de las políticas propias destruye la confianza del electorado. En lugar de aferrarse a dogmas políticos, es fundamental fomentar un debate abierto, inclusivo y basado en evidencia, donde las ideas puedan ser evaluadas críticamente y adaptadas a las necesidades cambiantes de la sociedad.  Solo así se puede construir un sistema político más resiliente y capaz de abordar los desafíos del mundo moderno.

Cualquier semejanza con nuestra realidad no es pura coincidencia.

Jorge Giorno